viernes, 23 de noviembre de 2012

Cambia, todo cambia... O tal vez no tanto

El pasado día 3 de Noviembre Manuel Escarcena, mi padre, hubiese cumplido 78 años y al menos 50 años en turismo. Es evidente que a estas alturas y haciendo nada más que 7 años y medio que se nos fue -dejando huérfana esta profesión, sin duda- no hubiera podido estar aquí, sentado tras la pantalla de un ordenador: Sus armas eran el teléfono, el fax, la simpatía y la profesionalidad, los ordenadores eran algo extraño, prescindible. 
Aún a pesar de ello yo, en sus oficinas, descubría la magia día a día. Había una puerta, recuerdo, en Viajes Wasteels de Buenos Aires, hace ya más de 35 años, que tras ella habitaba una máquina de escribir mágica. "Eso es el Telex" me decía y me trataba de explicar que lo que escribía lo estaba tecleando otra persona a muchos kilómetros de allí... Entonces ponía en un costado una cinta de papel y otra vez la máquina a escribir sola... "Esto estaba ya escrito de antes"
Cuando volvió a su tierra natal y siguió trabajando en lo que le apasionaba, el turismo, ya no había máquinas mágicas, salvo el fax, la impresora de margarita y el teléfono; porque el bolígrafo, que era el utensillo de trabajo por excelencia, no creo que pueda considerarse mágico.

Hacer un billete de avión era, para empezar, soportar la espera de que te atendiera una niña de Iberia (no éramos IATA, no teníamos GDS -Amadeus-) pudiéramos hacer la reserva , darle el número de billete y luego a escribir. Eso si, los billetes costaban lo mismo en cualquier agencia o en el mismo aeropuerto y estaba reservado para quien no tuviera más remedio que viajar. Obsérvese que en el billete Melilla - Málaga - Barcelona con descuento de residente el pasajero pagó 18360 pesetas en el año 1993 que serían 110,35 €. Sacad cuentas cuánto vale ahora, 19 años después.
Aquellas eran épocas de "dime dónde quieres ir, que yo te lo monto", llamadas internacionales, confirmaciones por fax llegadas desde los lugares más insólitos del mundo.

Hoy día, uno que lleva 27 años familiarizado con los ordenadores, que saber ya utilizar todo tipo de compra online, que accede en segundos a inforación que otrora llevaría días y hasta semanas obtenerla, trata de mantener ese espíritu de compartir desde detrás de este escritorio el viaje que está montando para el cliente. "Empatía" que le llaman y que cada día anda más escasa. Ponerse en la piel de la persona que me cuenta su fantasía, adaptarla y hacerla realidad. Buscar qué mayorista es la mejor (aunque ya cada día, salvo honrosas excepciones, se parecen todas. Ninguna ofrece una seña distintiva, ese detalle que haga que uno definitivamente se decante por ella) o, si no lo tueviera una mayorista, buscar el vuelo, el traslado, el hotel, la excursión, etc. Eso si, con las vetajas de herramientas que mi padre no sospecharía que puedan existir.
Toda mi experiencia y la que me haya podido transmitir Manuel Escarcena hacen que pueda recomendar un hotel aunque "Tripadvisor" le ponga 40 comentarios pésimos; hacen que mis clientes puedan viajar sin problemas con Ryanair o Easyjet; que tengan cualquier asistencia en destino, desde traslado, coches de alquiler, excursiones... Pero lo que creo más importante: un número al que llamarme y decirme el problema con el que se han encontrado y que no se encuentren desamparados en cualquier hotel, aeropuerto o ciudad del mundo y, obviamente, solucionarlo siempre que se pueda.
Esa sigue siendo la esencia de este trabajo, lo que lo mantiene -y nos mantiene- aún detrás de estos escritorios o mostradores y que creo que nunca podrá cambiar internet y una tarjeta de crédto